Hace poco tocó limpieza general en casa, lo cual, viviendo con una obsesiva de la limpieza os podéis imaginar lo que es: una batalla perdida del escaqueo. Pues bien, reordenando mis cajones (donde guardo mis cosas en un orden tan caótico que cualquier ser humano normal perdería la cordura si tratara de entenderlo) encontré uno de mis "tesoros", una cosa que guardo con especial cariño, no por las personas a las que representa (que me gustaría volver a ver) sino por ser una práctica perdida y que despertaba mil emociones, por lo menos a mi: Las cartas.
Sigue tras el salto
Cuando fui a estudiar inglés a Irlanda conocí a mucha gente, buena y mala, que merece la pena recordar, y otras olvidar, y de entre la gente que conocí hubo un grupo de amigas que quisieron que nos carteáramos (entonces los móviles estaban iniciándose y las llamadas no eran gratis). Recuerdo que a la semana de volver ya tenía una carta de una de estas chicas esperándome en casa, y recuerdo que algo que creía que caería en el olvido me llenó de ilusión, de manera que le contesté de inmediato. Los días pasaban y yo esperaba impaciente sus respuestas, solíamos cartearnos cada dos semanas, nos contábamos cosas corrientes, lo que se suelen contar los amigos, pero el modo en que lo contábamos era "especial". El hecho de que fuera española ayudaba a que las cartas fueran frecuentes, no así con otra de ellas con la que también mantuve un contacto prolongado, que vivía en Italia de manera que las cartas se demoraban mas en el tiempo.
Seguimos carteándonos hasta el verano siguiente, donde volveríamos a vernos en Irlanda, y así fue, pero por alguna extraña razón (en mi caso vergüenza y en el suyo supongo que también) en esa temporada apenas nos hablamos, como si nuestra complicidad sólo estuviera en el papel, escrito de nuestro puño y letra, y así fue, porque cuando volvimos a España, de nuevo le escribí, con un cierto tono de reproche, tal vez fruto de no querer reconocer mi parte de culpa, y retomamos nuestras conversaciones, nuestros temas en común, todo como si el episodio de un mes donde estuvimos uno al lado del otro no hubiera existido...
Tal vez esa sea la magia de las cartas, algo que se ha perdido por los SMS, e-mails y messengers, la comunicación moderna es espectacular, a la par que muy útil, ciertamente todo son ventajas, pero yo no ardo en deseos de que me llegue un mail igual que cuando iba al buzón a ver si había llegado la carta de mi amiga de Madrid o de Italia, personas con las que perdí el contacto por vaguería mía y que es una cosa de la que me arrepiento. Espero que todo les vaya tan bien como a mi o mejor.
El otro día, releyendo todas las cartas sólo podía esbozar una sonrisa de buenos recuerdos.
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